It's a truth universally acknowledged that the Spanish have a wonderful work-life balance - possibly explaining why they live so long. I'd have been prepared to bet they had the best balance in the world but, no, this prize goes to Denmark. One wonders why? And whether size is a factor.
Which reminds me . . .
Sex 1: A 42 year-old Welsh lady was arrested recently for offending public decency by pleasuring her prostrate partner at a concert while other adults and kids sat on the grass around them. When nicked by Mr Plod, her comment was: The rules must be different in England. Who'd have thought Wales was a haven of permissiveness?
Sex 2: As you may know, this attractive lady - Irina Shayk - is the ex-girlfriend of the star Portuguese footballer, Cristiano Ronaldo.
Can it
really be true that the now-embattled Mr Blatter(79) had an affair
with her before she met Cristiano? If so, there's hope for us all.
Provided, I fear, we have a few millions to dispense.
It's
T-shirt season now, of course, and I've begun to list the ones that
tempt me to ask the wearer whether she knows what she's broadcasting.
This week has brought these 2 but I hope for many more over the next
3-4 months:
Shut up
and kiss me
Just
tonight
Finally .
. . There was encouraging news this week about our Sunday flea
market; someone was recently arrested for selling stolen goods there.
Naturally, I'll be there tomorrow to see if anyone is offering the
Iranian gold coins and my father's RAF cufflinks that were liberated
from my house a month ago.
Finally,
finally . . . There was a lovely article in El País recently in
praise of Alice in Wonderland. Or Alicia en País de las Maravillas,
as it's known here. I've pasted it below for castellanohablantes. For
those without Spanish, perhaps this final paragraph will be enough -
especially if Google Translate provides its usual nonsense: There are
works which guide us, enlighten us, strengthen us and make us more
intelligent, without ever telling us how or why. These works exist -
in the midst of our crimes and our failures - as miraculous proof of
the power of human intelligence. Outstanding, resplendently, among
these are the books about Alice. Frankly, what more is there to say?
‘Alicia’ cumple
150 años
El 4 de julio de 1862,
el reverendo Charles Lutwidge Dodgson, profesor de matemáticas en
Oxford, anotó en su diario que, acompañado de su amigo, el señor
Duckworth, había llevado a las tres niñas Liddell en una pequeña
barca a tomar el té a orillas del Támesis cerca de Godstow. Las
niñas —Lorina, Edith y Alicia— eran hijas del decano de Christ
Church, y a las tres les encantaba escuchar las historias que el
reverendo Dodgson les contaba, armando argumentos estrafalarios a
partir de las interrupciones, comentarios y sugerencias de las niñas.
Esa tarde, Dodgson decidió que la protagonista de la historia fuese
Alicia, quien acababa de cumplir los diez años. A medida que iba
desarrollándose el argumento, el asombro del señor Duckworth ante
el maravilloso cuento fue tal, que le preguntó a su amigo si en
verdad estaba improvisando. “Sí”, le respondió Dodgson, también
él sorprendido, “lo estoy inventando paso a paso”. En tales
milagrosas circunstancias nace Alicia en el País de las Maravillas.
A pedido de la niña,
Dodgson volcó la historia al papel con el título de Las aventuras
de Alicia bajo tierra acompañándola de sus dibujos. En 1865, la
editorial Macmillan de Londres publicó el libro bajo el título con
el cual es conocido, firmado por “Lewis Carroll” y con las
ilustraciones del dibujante satírico John Tenniel. Seis años más
tarde, en la Navidad de 1871, apareció el segundo volumen de las
aventuras de Alicia, A través del espejo. Los dos libros forman
parte de la pequeña biblioteca de obras esenciales de la humanidad
y, como casi todas las otras —la Epopeya de Gilgamesh, la Odisea,
la Divina Comedia, el Quijote, Moby Dick— son la crónica de un
viaje.
Si creemos la versión
de los hechos narrada por el mismo Dodgson, y también por el señor
Duckworth y Alicia (ya mayor contó muchas veces las circunstancias
del nacimiento), podemos preguntarnos de dónde surge y en qué
consiste la inspiración poética que da a luz una obra maestra de
una invención tan asombrosa y una lógica tan impecable. Nada
conocemos de la composición de Gilgamesh y de la Odisea pero podemos
imaginar que generaciones de recitadores pulieron estos poemas y los
alteraron; suponemos (la sugestión es de Ossip Mandelstam) que
Dante, privado de sus libros en su largo exilio, garabateó y
destruyó docenas de esbozos de su obra antes de enviar los cantos
acabados a su protector, Can' Grande della Scala; sabemos (o creemos
saber) que Cervantes quiso escribir una novela ejemplar más, pero
que ésta se empeñó, contra los deseos de su autor, en ser otra
cosa, más ambiciosa y arriesgada; conocemos las muchas etapas de la
laboriosa invención de la ballena blanca y su perseguidor, antes de
que Melville se decidiera a dar a la imprenta la versión que juzgó
satisfactoria.
Pero en el caso de
Alicia, ¿en qué selva oscura —como la del bosque sin nombres—
halló Dodgson los seres que habitan sus mundos? ¿Qué voces
secretas —como la del melancólico jején en A través del espejo—
dictaron al reverendo Dodgson su extraordinaria pesadilla? Dante
confiesa a sus lectores que no es sino el “escriba de Dios” y que
Apolo es quien lo guía, pero del misterioso espíritu que soñó
para Dodgson las aventuras de Alicia no sabemos nada, salvo que la
obligó a lanzarse en un viaje espiritual en el que lo absurdo se une
a lo trágico, como en todas nuestras vidas.
En la literatura
española, los viajes espirituales encuentran sus manifestaciones en
la poesía mística y en la novela picaresca. En la literatura
inglesa (quizás por la obligación de ser explícito impuesto por la
Reforma) estos viajes son por lo general didácticos. El Pilgrim's
Progress de Bunyan, el Ancient Mariner de Coleridge, los Viajes de
Gulliver de Swift, son obras maestras que no ocultan su voluntad de
impartir una lección y acaban con una moraleja. Es quizás para
evitar esa trampa, que Dodgson no se propuso a sí mismo como
protagonista de su Comedia si no que cedió ese lugar a Alicia; es
como si Dante, en lugar de declararse el peregrino de su crónica
otorgase ese rol a Beatriz, su inspiradora.
Los libros de Alicia,
más que enseñar, se burlan de los rituales de la enseñanza, como
en el examen al que Alicia es sometida por las Reinas Blanca y Roja
(“¿Cómo se dice turulululú en francés?”. “Turulululú no es
una palabra española”, Alicia responde con toda seriedad. “¿Quién
dijo que lo era?”, contesta la Reina Roja.) Y en cuanto a extraer
una moraleja de la historia, la reductio ad absurdumde la Duquesa
(“Todo tiene una moraleja, con tal de poder descubrirla”)
aniquila para siempre toda voluntad literariamente dogmática que un
crítico intentase hallar en las obras de Carroll.
Leídos de niño, los
libros de Alicia reflejan el asombro y el miedo de la infancia;
leídos en la adolescencia, la indignación ante la idiotez e
hipocresía de los adultos. Luego vienen las Alicias mayores que se
rebelan ante la injusticia (como cuando el Mensajero del Rey es
condenado por un crimen que quizás no cometerá nunca), ante la
codicia y el despotismo de los que gobiernan (como cuando la Reina
afirma que “habrá mermelada ayer y mermelada mañana, pero nunca
mermelada hoy”), ante el egoísmo de nuestros congéneres (como
cuando el Sombrerero Loco se rehúsa a hacer lugar en la mesa para
muchos comensales), ante la aparente insensatez del mundo (“No
puedes evitar andar entre locos”, le dice a Alicia el Gato de
Cheshire. “Somos todos locos aquí”.)
Hay obras
que nos guían, nos iluminan, nos fortalecen, nos hacen más
inteligentes, sin decirnos jamás cómo lo hacen ni por qué. Estas
obras existen, en medio de nuestras infamias y fracasos, como una
milagrosa prueba del poder de la inteligencia humana. Entre ellas se
destacan, resplandecientes, los libros de Alicia.
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