English-Speaking Spanish Pols: My net colleague, Lenox of Business Over Tapas, has corrected my comment about these. The leaders of the other 3 parties all speak good English, he says. It's only the very unimpressive but stubborn Gallego - Mariano Rajoy - who doesn't.
Spanish Lists: Here's the latest offerings from The Local:-
- The Weirdest Museums
- What the Spanish Look for in a Holiday Home
- Hidden Gems
- Dishes You Must Ttry Not so sure about the octopus myself. Or the tripe.
- Museums off the Beaten Track. This might be a repeat . . .
Right, you're all ready to go now . . .
Spanish Racists: Yes, there are quite a few of these but they don't see themselves in this light. They take the old but now totally discredited view that, if they didn't mean to hurt a black football player with their monkey-chanting, then he couldn't - or at least shouldn't - be upset. Here's the latest example of this. Good to see El País laying into these cretins this morning.
Anglicisms: Talking of El País, there's a letter in it this morning complaining - justifiably - of those entering Spanish when there's no need for them. Examples cited are:-
Spanish Racists: Yes, there are quite a few of these but they don't see themselves in this light. They take the old but now totally discredited view that, if they didn't mean to hurt a black football player with their monkey-chanting, then he couldn't - or at least shouldn't - be upset. Here's the latest example of this. Good to see El País laying into these cretins this morning.
Anglicisms: Talking of El País, there's a letter in it this morning complaining - justifiably - of those entering Spanish when there's no need for them. Examples cited are:-
- Cool
- Runners
- Trendy, and
- Air meeting [No, I don't know either]
The Future of the UK: Here and here are 2 more another must-hear podcasts from the brilliant philosophers, John Gray and Roger Scruton. In my view, every critic of Brexit and of 'racist' Outers should be chained to the wall and made to listen to them. I share their views, of course, and their optimism for the future of the UK. Unlike many expats, it seems, I'm less concerned with the short-term impact on my finances. But, then, I might well be in a better position to absorb the shocks.
The UK and Spain: There was a nice, balanced article in El País on this relationship recently. And I was delighted to see the (Spanish) author taking the piss out of Motormouth Margello, the Foreign Affairs Minister, who screams Gibraltar is Spanish! when he wakes up every morning and then several times during the day. I've pasted the article at the end of this post but haven't bothered to give you the atrocious Google machine translation.
Finally . . . Forecasts for the Portuguese Camino to Santiago are 50,000 'pilgrims' for this year and 80-100,000 by 2020. God help us. These numbers compare with:-
2015: 45,000
2014: 36,000
2013: 30,000
2012: 25,000
2011: 22,000
2010: 34,000. This was a 'Holy Year', offering above-normal indulgences for the faithful/gullible. I did this camino that year - at least from Tui to Santiago - and rather got the impression there were only a few hundred people doing it in late May-early June.
THE GALLERY
Courtesy of clever Google Photos, here's the lovely vista below the large church in the hamlet of Bastavales, near Santiago. It's deliberately too large for the box:-
There was a kestrel on the telegraph wires just to the right but I missed it . . .
The UK and Spain: There was a nice, balanced article in El País on this relationship recently. And I was delighted to see the (Spanish) author taking the piss out of Motormouth Margello, the Foreign Affairs Minister, who screams Gibraltar is Spanish! when he wakes up every morning and then several times during the day. I've pasted the article at the end of this post but haven't bothered to give you the atrocious Google machine translation.
Finally . . . Forecasts for the Portuguese Camino to Santiago are 50,000 'pilgrims' for this year and 80-100,000 by 2020. God help us. These numbers compare with:-
2015: 45,000
2014: 36,000
2013: 30,000
2012: 25,000
2011: 22,000
2010: 34,000. This was a 'Holy Year', offering above-normal indulgences for the faithful/gullible. I did this camino that year - at least from Tui to Santiago - and rather got the impression there were only a few hundred people doing it in late May-early June.
THE GALLERY
Courtesy of clever Google Photos, here's the lovely vista below the large church in the hamlet of Bastavales, near Santiago. It's deliberately too large for the box:-
There was a kestrel on the telegraph wires just to the right but I missed it . . .
Inglaterra y los
españoles
Reino Unido —que,
como buena parte de sus propios habitantes, aquí solemos llamar
erróneamente Inglaterra— ha tenido una influencia crucial en la
historia contemporánea de España. Un ascendiente comparable tan
sólo al de Francia y, en la época actual, al de Estados Unidos. Ha
habido, entre ambos países, relaciones tan intensas como decisivas,
en las que Inglaterra ha representado al mismo tiempo varios papeles
relevantes para los españoles: gran potencia, modelo político o
enemigo secular, espejo y refugio en caso de crisis.
Para empezar, el
imperio británico, un actor europeo de primera fila, constituyó el
principal poder mundial entre comienzos del siglo XIX y la Gran
Guerra. Y España fue tan sólo uno de los múltiples escenarios en
que se desplegó esa fuerza imperial. Casi desde el principio, cuando
Wellington comandó las tropas que derrotaron en 1814 a Napoleón en
territorio ibérico. Esa victoria no estableció un protectorado, ni
España se volvió un mero peón de Inglaterra como Portugal. Pero a
la larga se estrecharon vínculos económicos que, por ejemplo,
permitieron al capital inglés hacerse con enclaves mineros
cuasi-independientes.
Tras décadas de
aislamiento y un desastre colonial, España se comprometió con la
entente franco-británica al iniciarse el XX. Pero la apertura no
implicó su entrada en la Primera Guerra Mundial, ni por tanto su
participación en la paz aliada. La coyuntura en que Gran Bretaña
resultó más importante para el destino de los españoles fue,
seguramente, la Guerra Civil de 1936, cuando los gobiernos de
Londres, tratando de apaciguar a Hitler, impusieron una política de
no intervención internacional. Como ha mostrado Enrique Moradiellos,
esa estrategia perjudicó de un modo determinante a la causa de la
República: una democracia abandonaba a otra y facilitaba el triunfo
franquista. Ni siquiera ayudó más tarde a instaurar una fórmula
constitucional moderada, sino que consolidó la dictadura.
A la vez, el régimen
parlamentario británico sirvió de ejemplo a diversos sectores de la
vida política española. Pese a lo que se ha afirmado estos días,
no se trataba de una democracia antiquísima, pues hasta bien entrado
el Novecientos y a diferencia del norteamericano, aquel sistema
político fue más liberal que democrático y no reconoció el
sufragio universal. El bipartidismo inglés inspiró, tras la
Restauración de 1875, el turno pacífico entre conservadores y
liberales, versión castiza de los partidos ingleses enraizada, eso
sí, en unos niveles de fraude electoral superados en las islas. Pero
donde tuvo un influjo más profundo fue en la izquierda liberal,
monárquica o republicana y admiradora del selfgovernment —el
gobierno de la sociedad por sí misma— que ejemplificaba la
representación a la inglesa.
Los hombres de la
Institución Libre de Enseñanza, anglófilos sin fisuras, aplicaban
métodos pedagógicos pensados para formar individuos libres y
amantes de su patria, al tiempo que fiaban, al estilo británico, el
progreso de España a reformas que la transformaran de manera
gradual, no a revoluciones destructivas. Sus fundaciones, como la
Residencia de Estudiantes y la de Señoritas en la Junta para
Ampliación de Estudios, recordaban a los colleges de Oxford y
Cambridge. Frente al café y al chocolate, los institucionistas
preferían el té.
Hubo, pues, liberales
españoles de raigambre inglesa, algo exóticos en un país donde
abundaban la francofilia y el gusto por las emociones fuertes. Contra
ellos se destacaban los anglófobos, quienes mantenían vivo el odio
a la Pérfida Albión, impulsora de la leyenda negra contra la España
de los siglos XVI y XVII y dueña de Gibraltar, una afrenta
permanente para el españolismo. Esa obsesión alimentó la
germanofilia entre católicos y tradicionalistas durante la Guerra
del 14, se prolongó en la política exterior de Franco y ha llegado
hasta nuestros días, cuando el ministro García-Margallo no ha
perdido ocasión de gritar, sin miedo al anacronismo: “¡Gibraltar,
español!”
Porque Inglaterra
también ha tenido un peso fundamental en la construcción de la
imagen de España. No ya la de la vetusta leyenda, sino la que
forjaron desde el Ochocientos los viajeros primero y los hispanistas
después. Ese fenómeno que Tom Burns Marañón llamó hispanomanía,
y que tejió lazos muy especiales entre ambos pueblos. Desde George
Borrow, el misionero protestante, hasta el ensayista Gerald
Brenan, estos escritores alimentaron la visión romántica de una
península semisalvaje, apartada de Occidente y, por ello, auténtica
y admirable. Lo curioso es que fueron otros ingleses, como el
historiador Raymond Carr, quienes deshicieron esos tópicos al
mostrar cómo la trayectoria española no respondía a una psicología
singular ni a rasgos excepcionales. Aún subsisten ramalazos de aquel
enfoque entre quienes se encandilan con peculiaridades como el
anarquismo hispánico.
Por último, las
ciudades inglesas han sido un imán para los españoles huidos. De
expatriados liberales que escapaban de Fernando VII o de republicanos
que hacían lo propio respecto a Franco. También de los emigrantes
que, por razones económicas, han salido de España, en los sesenta y
en estos últimos años de desempleo masivo. Al mismo tiempo, las
costas españolas se han llenado de británicos, de gentes que buscan
un lugar soleado donde pasar unas vacaciones o comprar casa, aunque
apenas se relacionen con sus vecinos autóctonos. Según los datos
oficiales, hay más de 100.000 españoles viviendo en el Reino Unido
y al menos 250.000 británicos residentes en España, aunque pueden
ser muchos más.
En medio siglo las
cosas, por fortuna, han cambiado mucho. Roza la cincuentena la
primera generación de españoles que, en vez de francés, estudió
inglés en la escuela. El aprendizaje de esta lengua, una verdadera
industria, ha llevado a miles a viajar con frecuencia a Inglaterra.
Aunque se sorprendieran con la escasez de duchas, la omnipresente
moqueta o las patatas fritas con sabor a vinagre, esos niños y
jóvenes se han convertido a la anglofilia. Como si el
institucionismo hubiera al fin vencido. Hoy muchos de ellos trabajan
en Gran Bretaña y no se defienden del todo mal.
Reino Unido ya no es
una gran potencia imperial, España ha crecido y se ha acercado a él:
uno es la quinta economía del planeta, la otra la decimotercera.
Tampoco representa un modelo político para los progresistas
españoles: es ejemplar en algunos aspectos, como el trato a la
corrupción o la agilidad parlamentaria, pero no tanto en otros.
Hemos descubierto que uno de los Estados que creíamos más sólidos
padece problemas territoriales similares a los nuestros, aunque
afrontados con mayor flexibilidad democrática. Y ahora nos deja
helados su decisión de salir de la Unión Europea, un decepcionante
reflejo nacionalista. Nos quedan las relaciones humanas, el aprecio
que ha fomentado el continuo roce, el hábito de visitar el país del
otro, los negocios y la cultura. Ojalá el Brexit no nos los arruine.
Javier Moreno Luzón es
historiador.
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